Me encuentro en una situación en la que no puedo frenar, si freno muero, si no continúo no me lo perdono. La distancia de aquí al suelo es enorme y el miedo que experimento por ello es altísimo. Estoy cansado, con miedo al vacío y sin embargo y, pese a todo, solo será el miedo a caer el que me mantenga aquí.
Es este aire que respiro, tan necesario, tan letal. Pululando y rodeandome, día a día, sin descanso. Cada calada que doy de él me mata. Pero, tan aberrante es esta situación que sé que cuando este aire desaparezca todo será peor, él me da las fuerzas que necesito para seguir adelante.
Tanto me quejo de él que lo desvaloro, a veces olvido que si no fuera por él a penas podría mover un solo dedo. Es lo que me hace quejarme por el día, es lo que me atormenta antes de empezar los sueños y lo que rompe con un estruendo horrible cada madrugada. Y sin embargo, es lo que hace que yo sea yo, que pueda continuar andando, que no me pare y diga que ya todo da igual.
Quizá sea necesario un descanso. Pero no demasiado largo. Los descansos demasiado largos transforman hombres con fuerza en seres ociosos llenos de tiempo por matar y cansados por la existencia.
Tan triste es nuestra existencia... Tan triste, que si no fuera por aquello que nos mata no continuaríamos. El dolor y los enemigos. Ellos son los que hacen que todo cobre sentido. Es lo que hace que lo nuevo no se convierta en rutina. Es él quien toma ese rol y así, permite que cada nueva circunstancia en la vida pueda ser saboreada, siempre con su presión detrás.
En realidad, solo podemos disfrutar en dos situaciones, tras un éxito y mientras se consigue el éxito. Y sin embargo, no como muchos creen, no es el propio camino, el camino en sí, el que da fuerza. Lo que nos da fuerza, es todas las paradas que hacemos en él.
Necesito su cariñosa y enfermiza risa. Que se traduzca en ira y estrés. Que mate mi tiempo. Algo que transforme todo aquello que deseo en vicio o en virtud, pero no rutina. Que busque mi sollozo entre alegría y miedo.
La presión de un trabajo, de un estudio, en un deporte no es más que, en definitiva, otra forma de enemigo, el enemigo más poderoso o el más débil que podemos encontrarnos. Es el respeto que tenemos por nosotros mismos, nuestra autodisciplina y nuestro autocontrol.
Sin trabajo, sin inquietudes, sin obligaciones, sin presión, sin estrés... Sin nada de ello, lo especial sería rutina. Y un hombre solo con rutina ya está muerto.
yo tambien tengo una entrada en la que hablo sobre la rutina xD pero bueno... no es tan... ya sabes, la mia es mas barata xD
ResponderEliminarBueno, justo en este texto llego a alavar a la rutina con prudencia. Sin ella no existirían los momentos especiales.
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